Tras la lectura
Fernando leyó por octava vez la
historia del viejo señor. Por fin, con gesto grave, cerró el libro.
Estuvo un buen rato mirando por la ventana sin decir nada, muy
pensativo. Extrañada por esta actitud, su madre se acercó a él
dubitativa y Fernando le contó de forma breve la historia que había
leído repetidamente. Cuando terminó, su madre le dedicó una suave
sonrisa y le pidió que le dejara leer a ella también ese hermoso
cuento.
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